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¿Qué es la terciarización?

Perspectivas del cambio social.

Robert Kurz

En una conciencia determinada por el mercado universal se atrofia la percepción de los fenómenos coyunturales en todos los campos de la vida. Mañana, lo contrario de hoy puede ser "verdad" y el contenido no tiene importancia ya que tan sólo se trata de "vender" lo más rápidamente posible. Esto es aplicable tanto a ideas y teorías como a coches o corbatas. A este nivel ya no tiene sentido el concepto del "cambio social". Porque si este concepto debe tener algún significado se debe relacionar con un desarrollo en el tiempo analíticamente definido, es decir, con una historia de las estructuras sociales. La conciencia postmoderna, totalmente conforme con el mercado, ya no conoce ningún desarrollo histórico, sino tan sólo la arbitrariedad de tendencias incoherentes. En lugar de una teoría social crítica ahora hay cada vez más la "investigación de la tendencia".

Si por ello ya no se puede representar la diferencia entre las estructuras objetivas y la percepción subjetiva, se extingue también la capacidad de reflejar intelectualmente las propias relaciones sociales. Ni siquiera podrá haber una ideología apologética en el sentido riguroso porque también ésta presupone un concepto de desarrollo objetivo, aunque sea un concepto equivocado, y tan sólo legitimador. Ya que una sociedad rota por auto contradicciones, como es la sociedad del mercado totalitario, no puede vivir sin una ideología legitimadora; el pensar postmoderno en lo que se refiere a lo sociológico y económico debe recurrir a teorías antiguas, en las cuales aún es inherente una reivindicación tradicional de la objetividad. Que ello sea inconsecuente no hace ningún daño, ya que la inconsecuencia es considerada en el pensamiento postmoderno como una virtud.

Aunque las teorías postmodernas rechazan todo determinismo estructural, los análisis de tendencias conceptualmente reductoras se siguen moviendo sobre la base de teorías sociológicas del "cambio social", desarrolladas en términos de determinismo estructural. De manera explícita o implícita las coyunturas postmodernas ideológicas presuponen una determinada hipótesis sobre el desarrollo social objetivo con vista a los tres sectores básicos de la reproducción social (agricultura, industria y servicios). La imagen fantasmagórica de la anteriormente festejada "terciarización" sigue dominando los discurso sociológicos, aunque se niegan los presupuestos metodológicos de las ciencias sociales clásicas, que suscitaron el teorema de esa terciarización. Se critica el método pero el resultado en cuanto al contenido se lo atribuye como propio.

En esta teoría ya clásica se decía que la sociedad se desarrolla en una trasformación histórica del sector primario agrario pasando por el sector secundario, el industrial, y llegando al terciario, el de los servicios. En consecuencia esta evolución la "ocupación" de la fuerza de trabajo es gradualmente reestructurada. Al principio esto está ligado a dolorosas rupturas estructurales pero al final resultaría una nueva "ocupación plena" y una nueva prosperidad secular. Mientras tanto la teoría económica y sociológica de la terciarización tiene ya algunas décadas y se debería hacer un balance, cosa que no es posible con los medios intelectuales del pensamiento postmoderno. Vista de una manera superficial la tesis de la terciarización se confirma empíricamente, aunque de manera completamente disparatada y en oposición a las hipótesis optimistas originarias. Lo que empíricamente no se confirmó fue el esperado impulso secular de la ocupación y prosperidad en el paso a la terciarización. Por el contrario todo indica que la terciarización real está vinculada a un proceso de crisis y atrofia económica mundial.

El problema se complica por el hecho de que el sector terciario, diferente del sector agrario o industrial, no se puede definir en absoluto de una manera homogénea. Se definen con el nombre de "servicio" actividades extremadamente distintas y bien distantes unas de otras. A pesar de esto se pueden distinguir dos grandes grupos. Por un lado hay un área altamente cualificada como medicina, formación, pedagogía, ciencia, cultura, etc. y por otro tenemos el ámbito particularmente no cualificado de trabajos domésticos, ayudas baratas en empresas de servicios, (gastronomía, limpieza, servicios personales etc.). Freír hamburguesas, llenar bolsas en el supermercado, vender baratijas en la calle, o limpiar los parabrisas de los coches en los semáforos se considera como ocupación en el sector terciario igual que formar ejecutivos, educar niños, o organizar viajes de estudios. La chica del servicio y el vigilante del aparcamiento son de la misma categoría que el médico o el artista.

Esta discrepancia marcó al parecer durante algún tiempo la diferencia social de los países de occidente frente a los países del tercer mundo. Es verdad que en los países del sur global la agricultura, en la medida que producía para el mercado mundial, fue mecanizada y cientificada igual que en todo occidente. Pero aquí en contraste con los países del centro capitalista, el paso del sector primario –agrario- al sector secundario -industrial- no se consiguió en la mayoría de los casos, o solamente de forma muy defectuosa. Fue precisamente el fracaso de la "industrialización recuperadora" el que creó una situación paradójica según los criterios de la teoría del desarrollo de los tres sectores básicos: por un lado una parte de la sociedad se vio relegada a una producción primitiva agraria de subsistencia, vegetando al lado de una agro-industria para el mercado mundial, y por otro surgió en las aglomeraciones monstruosas de las ciudades una masiva terciarización de la miseria.

En los centros occidentales sin embargo parecían confirmarse en principio los pronósticos optimistas de la terciarización. También en occidente comenzó en los años 70 el declive social y el paro estructural masivo. Pero este desarrollo negativo se debería corregir con un tratamiento social del problema . Casi se creía que se podría colocar detrás de cada parado un ayudante social. La "industria de la asistencia" para los "caídos" del tejido social parecía convertirse en un factor de crecimiento. Paralelamente a la pedagogía social se expandió el sistema de la asistencia médica. Al mismo tiempo se crearon centros de ocio, centros sociales, escuelas de reforma y nuevos sistemas de calificación profesional. Hasta mediados de los años 80, la "ofensiva de la cultura", la "sociedad del ocio", la "pedagogización de la vida" fueron los ejes del pensamiento occidental de esos años. En menor medida existían también estas tendencias en el tercer mundo, pero tan sólo como terciarización de lujo para una minoría frente una terciarización de miseria para la mayoría. En occidente sin embargo parecía que se trataba de un cambio estructural "para todos".

Pero esta clase de terciarización tenía un "defecto estético" decisivo: desde el punto de vista del sistema capitalista era "improductiva" y no lograba un crecimiento comercial, sino que tenía que ser subvencionada a través del estado y organizada en gran parte bajo la forma de servicios públicos. Esto no casaba con la contracción económica del crecimiento industrial. La milagrosa sociedad de la formación, de la educación, del ocio y de la asistencia tan sólo pudo mantenerse durante un cierto tiempo a través de un endeudamiento estatal brutal, hasta que la ilusión se desvaneció y comenzó el desmantelamiento de los supuestos sectores nuevos de la sociedad de servicios.

En los años 90 el capitalismo global presentó dos opciones para reaccionar ante la crisis de la terciarización. La palabra "privatización" sugería que se podrían cambiar por empresas privadas con resultados provechosos los sectores terciarios que el estado ya no podía reproducir junto con toda la infraestructura. Al mismo tiempo la nueva economía, en versión "High Tech" comercial de los servicios (capitalismo de Internet), debería aportar crecimiento rentable y ocupación. Las dos opciones han fracasado, como es bien sabido. La nueva economía ha sido una burbuja financiera mientras que el crecimiento real y la ocupación en este campo se quedaban en un microdominio. Los servicios públicos privatizados son igualmente dejados de lado como soportes del crecimiento capitalista. Una medicina o una formación sustentadas en la Bolsa de valores se restringe a una clientela privada solvente mientras que se paralizan una gran parte de las estructuras en este campo. En muchas regiones del Tercer Mundo se colapsa toda la infraestructura de la sociedad. De una manera más suave se puede detectar una tendencia parecida en los países de occidente.

Las antiguas promesas de una terciarización progresista bajo el nombre de la sociedad de la cultura, de la asistencia y del ocio se han quedado en nada. Hasta el turismo está en crisis. En lugar de lo prometido se impone la terciarización de la miseria del Tercer Mundo como modelo también para los centros del mercado mundial. Sin ninguna vergüenza los discursos políticos y socio-económicos de Occidente apuestan mientras tanto, como última opción, por una existencia en masa de criados personales y baratos, como fue en tiempos del capitalismo temprano. ¿Se puede imaginar una sociedad High-Tech planetaria con pocos capitalistas financieros y ejecutivos trasnacionales por un lado y por otro miles de millones de chicas de servicio, chóferes, camareras, damas de compañía, siervos domésticos, pajes, etc.? Esto más bien parece ciencia-ficción de pésima calidad. Es verdad que en el Tercer Mundo existen unas relaciones paternalistas de criado-señor, heredadas de los tiempos del colonialismo y especialmente allí donde había esclavitud. Pero bajo las condiciones del mercado universal ya no son posibles a gran escala las relaciones de dependencia personal entre señor y criado, tal como han existido en el capitalismo temprano como consecuencia de la sociedad feudal. Por el contrario al ser empresas comerciales no personales estos " servicios domésticos" no pueden convertirse en portadores de crecimiento, como tampoco la educación y la medicina privatizadas. Por ello la demanda que pueda pagar estos servicios es cada vez más pequeña, ya que en la 3ª revolución industrial está disminuyendo cada vez más la clase media. Los miles de millones de personas que fracasan ahora en todas las partes del mundo en la terciarización de la miseria no pasan en realidad de mendigos, excluidos para los cuales ya no existe ningún futuro capitalista.

El desastre histórico de la terciarización nos remite al problema tabú de la forma social. Desde el punto de vista técnico y material, la productividad resultante de la tercera revolución industrial podría realmente permitir que la humanidad pasase tan sólo una parte relativamente pequeña de su tiempo en la producción agraria e industrial para ocuparse sobretodo de la formación, educación, asistencia, medicina, cultura etc. La primera parte del programa se está llevando a cabo: cada vez hay menos gente ocupada en el sector primario y secundario. Pero la segunda parte del programa ha sido un fracaso: la reestructuración de los recursos humanos al sector terciario no se puede hacer en términos capitalistas. Ya hemos tenido la prueba práctica de ello.

La doctrina económica del desarrollo de los tres sectores tuvo desde el principio un fallo, ya que era históricamente inconcebible, pues ese desarrollo no tiene lugar precisamente dentro de las estructuras capitalistas "eternas". La sociedad agraria premoderna no se basaba en la valorización del capital monetario. Por ello el cambio del centro de gravedad de la reproducción social del sector agrario al sector industrial representaba una ruptura con la forma hasta entonces valida de las relaciones de dependencia personal que ha sido reemplazada por la forma impersonal del capital monetario. De la misma manera el traspaso de la sociedad industrial a la sociedad de servicios exige ahora la ruptura con el sistema moderno de producción de mercancías y la formación de un orden cualitativamente nuevo y distinto.

Esta ruptura necesaria con la forma social básica tiene también una dimensión cultural y simbólica. La sociedad agraria desde la revolución neolítica tenía "una imagen del mundo orgánico" en el cual el proceso sociocultural de "metabolismo con la naturaleza" (Marx) hacía referencia sobre todo a plantas y animales. Esta imagen del mundo no era tan suave y "ecológica" como sugieren hoy en día algunas ideologías regresivas. Se trataba entonces de una relación de dominio que reducía al ser humano a sus funciones orgánicas como "animal parlante" a través de la dependencia personal entre esclavitud y feudalismo.

La sociedad industrial del sistema moderno productor de mercancías sin embargo poseía "una imagen del mundo mecánica" en la cual el proceso sociocultural de "metabolismo con la naturaleza" se refería primordialmente a la materia física muerta (máquinas y mercancías industriales). Esta imagen del mundo reducía el ser humano a un robot funcional mecánico por medio de la forma impersonal del dinero.

La sociedad terciaria aun desconocida, situada más allá de la modernidad mecánica, necesita una "visión del mundo social" en la cual el proceso de "metabolismo con la naturaleza" se refiere primordialmente y por primera vez al propio ser humano en el que por tanto aquella se convierte en un proceso de metabolismo de la sociedad consigo misma. "La raíz del hombre es el hombre" (Marx). Esa verdad solo ahora precisa con urgencia una forma social. En forma de física cuántica la ciencia natural ha dejado atrás la imagen mecánica del mundo; y no es por casualidad que precisamente la revolución micro-electrónica, basada en la física cuántica, esté llevando el capitalismo "ad absurdum". Si la humanidad no quiere hundirse tendrá que superar el reduccionismo orgánico y mecánico, y relacionarse consigo misma de una manera humana. Solo entonces la humanidad se podrá comportar humanamente ante la naturaleza biológica y física.

Original alemán: Was ist Tertiarisierung? Perspektiven des gesellschaftlichen Wandels.

Publicado en Folha de S. Paulo el 16.11.2003, Traducción de Luiz Repa, con el título A ficção científica da terceirização.

Traducción del alemán al español: Marina Fahmüller, revisada por Contracorriente.

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